Cada año se realiza Fotográfica Bogotá, un espacio para el encuentro de fotógrafos, artistas, periodistas y reporteros que dedican su vida a la imagen. En cada edición las discusiones giran en torno a la imagen, su tratamiento, encuadres, colores y estéticas. Pero quiero recordar con especial cuidado la exposición de Jesús Abad Colorado, fotoperiodista independiente en revistas y libros de investigación social, ha sido merecedor del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar a la mejor Fotografía de Prensa 2001 y 2003, Premio a la Creación en Artes Plásticas de la Secretaría de Cultura de Medellín en el 2005 y Premio Simón Bolívar al mejor cubrimiento de una noticia.
Colombia es un país con miles de historias sin contar, desde la academia se les expresa a los estudiantes las dimensiones del conflicto armado, los peligros y las circunstancias en las que suponen viven las personas. Sin embargo, como dice Abad Colorado, “banalizamos la vida de aquellos que han vivido la guerra en carne propia”.
Entonces, periodistas y fotógrafos nos enfrentamos a un problema de la reportería desde la imagen, ¿cómo visibilizar las realidades, las millones de historias sin contar, cuando parece que todo se ha dicho? Lo primero es aclarar los factores que han convertido la fotografía en un espectáculo presentado por los medios de comunicación, obviando el alto contenido histórico, político, social y cultural de las imágenes.
Fotografía: hija de ética y estética
La primera creencia que debemos botar a la basura sugiere que todo ha sido fotografiado. En ocasiones se piensa que hay una saturación de imágenes en los medios de comunicación, cuando lo que existe es una constate repetición de las mismas fotografías y videos una y otra vez. Faltan fotografías que generen memoria de los hechos, que cuenten nuevas historias y reconstruyan anteriores. “Hay muchas posibilidades de narrar la historia de este país”, afirmó Abad Colorado en su exposición.
El reto es atreverse a hablar con las personas, con la gente directamente implicada, subir a un avión, un bus, carro, chiva, caballo o mula para recorrer con firmeza el territorio; no pensar en cómo quedarán los zapatos después de caminar ocho horas por la selva ni dudar de la importancia de estar allí.
La fotografía nos debe llevar a una reflexión de lo que pasa en Colombia. Uno de los desafortunados eventos que Abad Colorado cubrió fue la masacre de ocho habitantes de San José de Apartadó en febrero de 2005, entre ellos tres niños, ejecutada por el Ejército colombiano en alianza con paramilitares. Colorado cuenta con notoria decepción cómo “los ocho muertos de la masacre de San José de Apartadó en 2005 no fueron noticia para los medios masivos de comunicación”. Cuando no se pudo ocultar más lo que ocurría en San José “el cubrimiento de los medios de comunicación apabulla los hechos”, sostiene.
Ahora, no es solo presentarse, estar con las personas y fotografiar los hechos, es comprender las dimensiones humanas de aquello que se captura con la cámara. Posteriormente, críticos y expertos juzgan la imagen fuera de su contexto para evaluar la calidad, el enfoque, color, luz, profundidad, papel y tipo de cámara; elementos básicos e importantes en la imagen, “pero hay mucho más que la estética y el arte; debe existir la ética” dijo Jesús Abad Colorado, “ética y estética no deben desligarse”, estos son los factores que marcan la diferencia entre una fotografía como testimonio y otra como espectáculo.
La dignidad humana, el respeto y la verdad deben guiar la mirada del fotógrafo. Respecto a este sentir de la ética en la imagen, Luis Brito, artista venezolano, aseguró que lo fundamental es “el respeto: conmigo mismo, con lo que hago y fundamentalmente con el ser humano”. Respeto que él expresa en su posición de no manipulación de la imagen mediante programas de computador.
El artista y su lienzo
La fotografía, al igual que cualquier otro documento testimonial, no se puede desligar del sentir del fotógrafo, que imprime en sus imágenes parte de quien es. Como expresó Brito, “la foto es lo que tú sientes y lo que tú plasmas” y además de permitir al artista crear un lenguaje propio, fotografiar tiene otro sentido más profundo, humano y personal, tanto Colorado como Brito, aseguran que es una forma de exorcizar el dolor, ese sentimiento que los quiebra como seres humanos al ser testigos de tanta tristeza, crueldad e injusticia. Por tanto, es también un ejercicio personal pues la fotografía debe tener, como aseveró Brito, “la capacidad, sea para bien o para mal, de crear sensaciones y emociones” a quien las vea, sentimientos que se asemejarán mucho a los que tenía el fotógrafo al momento de obturar.
Jesús Abad Colorado es modesto con su magnífica labor: “lo que he hecho es lo mismo que hace una persona con una cámara en un pueblo”. Pero a lo que invita esta frase es a arrojar a la caneca la idea de la perfección fotográfica, incita a arriesgarse, a no detenerse por cuestiones técnicas o instrumentales, porque lo que importa es la historia, son las personas, sus hechos y las memorias. Lo que realmente interesa es el seguimiento de las fotografías, el rastreo de los acontecimientos y sus protagonistas.
Todos somos editores de los medios masivos
“Mi trabajo es una reflexión y un llamado de atención a este país”, dijo Abad Colorado. Y no sólo es su trabajo, es el deber de todos aquellos que aceptan el reto de fotografiar para crear memoria y dignidad.
Todos los que consumimos medios masivos de comunicación tenemos la potestad de exigir respeto a la dignidad humana, la veracidad en el cubrimiento periodístico y seguimiento a los hechos que se cuentan desde la imagen. Sentar nuestra opinión sobre las imágenes por medios de blogs, foros, correos y redes sociales permite formar acciones que educan en el respeto a los medios y los públicos.
Por: Carolina Garzón, periodista e integrante de Fotógrafo no Fotógrafo