Así es -suspiró el coronel-. La vida es la cosa mejor que se ha inventado.
Si alguien ha sabido contar la historia de Colombia a través de sus letras fue Gabriel García Márquez. Un hombre que aprendió a escribir a los cinco años, en el colegio Montessori de Aracataca, Magdalena, cuando se enamoró de su profesora Rosa Elena Fergusson. El mismo hombre a quien sus profesores alcahueteaban leer en vez de prestar atención en clase, quien aseguraba tener mala ortografía y en una tarde de vacaciones perdió su virginidad con una prostituta.
De admirable lucidez, obstinación, rigor y suspicacia, en cada de uno de sus escritos cautivó a quienes se acercaban a sus relatos. “Las bobadas mías”, así se tituló su primera publicación; y con el mismo humor, crítica y crudeza siguió en el camino de las letras. En 1982 le fue otorgado el Premio Nobel de literatura por su máxima obra: Cien años de Soledad; en una ceremonia inolvidable, Gabo marcó la diferencia con su impecable traje blanco y un discurso en el que rompió con las frases con que tradicionalmente Europa se ha referido a Latinoamérica, y denunció la falta de atención de las superpotencias por el continente.
Su huella radica en ese mundo mágico que cuenta nuestras realidades: sus crónicas en El Heraldo, El Espectador y la Revista Mito, El coronel no tiene quien le escriba, El amor en los tiempos del cólera, Crónica de una muerte anunciada, Del amor y otros demonios, La mala hora, La hojarasca, Memorias de mis Putas tristes, y Relato de un náufrago, que le valió su censura y salida de Colombia hacia Ginebra; son algunos de los escritos que nos deja como legado.
Gabo nació en 1927: vivió la masacre de las bananeras, la época de “La violencia”, el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, la época de “la violencia” entre liberales y conservadores, el frente nacional, la creación de las guerrillas, el holocausto del Palacio de Justicia, la destrucción de Armero, la desmovilización del M19, una nueva constitución, el surgimiento de los paramilitares; vivió toda la memoria y vivió todo el olvido. Y de todo ello Gabriel García Márquez escribió.
Cómo alguna vez escribió William Ospina “Detrás de la literatura de Gabriel García Márquez hay una vida llena de compromiso, repleta de aventuras con riesgo, más allá del acierto o el error en las apreciaciones de la realidad o en la anticipación de futuros siempre en tinieblas de la tierra que ama. Así es García Márquez y no va a cambiar”.
Hoy en Fotógrafo No Fotógrafo lamentamos la muerte de Gabriel García Márquez, quien al igual que Ursula Iguarán –protagonista de Cien años de soledad- nos deja un jueves santo. Pero también celebramos su vida, sus letras e historias con este sencillo homenaje: su legado ha hecho de Gabo un hombre inmortal.