Han pasado algunas semanas sin que actualizáramos nuestro espacio en FNF, pero hoy retomamos el viaje y el diálogo. Nos embarcamos en una travesía que nos lleva a cientos de kilómetros de distancia para traer una historia inspiradora desde Vietnam, de la mano de Germán Gutiérrez Ruiz. Este fotógrafo de viajes, motivado por la aventura y la narración de experiencias que ha explorado diversos países del mundo, tejiendo amistades y dando sentido a su pasión por la fotografía y las historias.
«Soy un fotógrafo de viajes que no cree que viajar te abra la mente o te haga mejor persona«, nos dice Germán en una entrevista mediada por la tecnología.
Para él, antes de contar una historia, hay que vivirla, hay que adentrarse en lugares apartados. «Si quiero hacer fotos que nadie haya hecho, tengo que ir a sitios lejos del turismo de masas», asegura.
El viaje, para Germán, no se trata solo de acumular imágenes, sino de adentrarse en la vida de las personas y los lugares que visita. En esta conversación con Fotógrafo No Fotógrafo, comparte cómo su visión fotográfica ha evolucionado a lo largo del tiempo, desde la frustración inicial por no poder transmitir emociones hasta el descubrimiento de que las mejores fotos son aquellas que narran historias palpables. «Mis fotos eran más potentes si conseguía contar alguna historia con ellas«, confiesa.
Germán desde 2016 vive fuera de España. Ha vivido en Hungría, Indonesia, Tailandia, Sri Lanka, Georgia, Kirguistan, India, y desde 2019 en Vietnam donde se desarrolla la historia que compartimos hoy, sobre su proyecto sobre el Agente Naranja, el producto químico herbicida utilizado por las fuerzas militares estadounidenses durante la guerra de Vietnam.
La Cruz Roja de Vietnam estima que hasta un millón de personas sufren discapacidades o problemas de salud como consecuencia del Agente Naranja, siendo aproximadamente 150.000 de ellos niños y niñas.
¿Por qué te interesaste en abordar el tema del Agente Naranja?
Es una terrible injusticia, y me asombró que algo tan injusto no sea más conocido. Cualquier guerra es injusta, claro, siempre hay gente que sufre las consecuencias sin tener nada de culpa. Pero en este caso, las consecuencias siguen pagándola gente que ni siquiera estuvo allí. Que ni siquiera había nacido.
La guerra de Vietnam terminó hace más de 40 años, y aún nacen en Vietnam niños con deformaciones inimaginables cada día.
Germán Gutiérrez Ruiz
Yo no tenía ni idea de este problema, ni nadie de la gente que yo conocía tampoco. ¿Cómo era esto posible? Me sentí responsable de alguna manera. Durante muchos años fue frustrante el no poder compartir esto con mucha más gente. Me llegó a obsesionar e incluso a pasarme factura.
Hasta que empecé a aceptar que tampoco puedo cambiar el mundo con unas simples fotos.
Ahora lo que hago es organizar viajes fotográficos a diferentes países, entre ellos Vietnam. Aparte de enseñar las cosas bonitas de cada país a mis viajeros, también les enseño algo que no es tan bonito, pero que también es la realidad en esos países: el agente naranja en Vietnam, o la cantidad de huérfanos y niños abandonados que hay en Nepal, por ejemplo.
El impacto del Agente Naranja
Germán ha retratado el impacto del Agente Naranja a través de dos reportajes titulados, «La Guerra de Vietnam aún no ha terminado«, en lo que captura los horrores causados por el agente químico utilizado por la Fuerza Aérea estadounidense durante la guerra de Vietnam, hecho sucedido entre 1962 y 1971, mostrando la cruda realidad en de uno de los hospitales que atiende a niños y niñas víctimas del químico. En el segundo, documenta la historia personal de Hung, una víctima del Agente Naranja que pese a las consecuencias sufridas ha podido desarrollar su vida junto a su esposa e hijos.
¿Qué te motivó a buscar una historia más íntima y personal en lugar de seguir con la primera parte de tu trabajo sobre el Agente Naranja?
Me di cuenta de que estaba equivocado en mi forma de afrontar este reportaje. Estaba obsesionado con compartir mi tristeza y repulsión por el mundo en el que vivimos, por lo que intenté crear esos mismos sentimientos en la gente que viera mis fotos.
Hasta que una amiga me dijo, justo después de ver las fotos: “Pero… tu intención es que la gente vea las fotos, ¿no? Es imposible, después de ver 2 ó 3 se te quitan las ganas. Así nunca conseguirás que nadie vea tus fotos.”
Y me di cuenta de que tenía razón. El objetivo era que la gente viera las fotos. Estaba siendo egocéntrico, solo pensaba en mí. En mis sensaciones y sentimientos.
Ver «No creo en las buenas fotos, creo en las buenas historias» Fabio Cuttica en entrevista con FNF
En tu trabajo documental, ¿cómo equilibras la necesidad de contar una historia con la ética y la responsabilidad social hacia los sujetos y la comunidad en la que estás trabajando?
“No son monos de feria, ¿qué coño estás haciendo? ¿Por qué estás haciendo fotos?”
La primera vez que entré en el hospital y tuve contacto con los niños, estaba colapsado. No sabía bien por qué estaba allí. Cada vez que apretaba el obturador, sentía como si me precipitara al infierno.
En mi cabeza resonaban las frases: “No son monos de feria, ¿qué coño estás haciendo? ¿Por qué estás haciendo fotos?”
Creo que cada fotógrafo debe realizar un trabajo introspectivo y formularse estas preguntas, incluso antes de empezar a tomar fotografías. Porque llegará un día en el que te encuentres en una situación similar, donde te preguntarás si debes tomar fotos o no. Si lo meditas con antelación, ya sabrás exactamente qué hacer y no habrá dudas.
Yo, después de ese primer día, estuve semanas meditando sobre este tema: ¿Por qué hago fotos? ¿Es necesario este tipo de fotos? ¿Puedo cambiar algo? Y ahora lo tengo clarísimo. Ya sé cuándo hacer fotos y cuándo no.
Desde mi punto de vista, no hay una respuesta absoluta. Cada persona debe buscar su propia respuesta, y todas las opciones son respetables. Cada uno ve la fotografía de una manera.
¿Qué impacto positivo crees que tu trabajo puede tener en la conciencia pública y en la lucha por los derechos de las víctimas del Agente Naranja?
Hubo un momento en mi vida que creía que la fotografía podía cambiar el mundo. Después de varios años empecé a pensar que yo no era lo suficientemente bueno, ya que no conseguía ningún cambio en el mundo.
Con el tiempo he comprobado que he conseguido pequeños impactos positivos en algunas personas. Cosas a nivel personal.
Por ejemplo, una historia que me pasó hace unos 5 años, mientras estaba con unos clientes visitando una asociación de niños víctimas del agente naranja. Visito este sitio cada año desde 2013, y he visto a los niños crecer.
Imagino que muchos no se acuerdan de mí, ya que todos tienen diferentes secuelas físicas y mentales.
Ese día vi a una de las niñas que hacía tiempo que no veía. En mis últimas visitas nunca se encontraba allí, pero ese día estaba, y me acerqué a hablar con ella.
Ya no era una niña, sino una adolescente. Hacía años que no la veía, pero por los problemas físicos que le había ocasionado el Agente Naranja, no había crecido casi nada y casi no había cambiado.
Le dije: «Seguramente tú no te acuerdas de mí, pero yo sí que me acuerdo de ti».
Sonrió, cogió mi mano y me llevó a su habitación.
En esta asociación viven más de 100 niños, en habitaciones compartidas según sexo y edad. Evidentemente no son habitaciones de lujo, sino sencillas y humildes.
Cada uno tiene un pequeño camastro y una mesita de noche, donde tienen fotos de sus padres, de sus hermanos, y poco más. Son todos de familias humildes o muy pobres, gente que no se puede hacer cargo de ellos, así que viven en esta asociación hasta que se hacen mayores de edad.
En su mesita de noche tenía una caja con pendientes, fotos de su familia, y otras cosas de valor. Buscó hasta que encontró lo que quería enseñarme: era una foto de ella conmigo, los 2 sonriendo a cámara, hacía 5 ó 6 años, cuando era una cría.
Esa foto, junto con otras, la hice yo la primera vez que estuve allí, y al año siguiente cuando volví a visitarlos, imprimí un montón de fotos y se las entregué a los niños.
Nunca pensé que la iba a guardar, y menos durante tantos años, y entre sus bienes más preciados.
Me emocioné bastante, incluso se me saltaron las lágrimas.
Quizás nunca he conseguido los grandes cambios en el mundo con los que soñaba cuando era joven y quería ser fotógrafo… pero es cierto que a veces la vida me recuerda que sí que podemos crear momentos importantes para algunas personas.
¿Cómo manejas los desafíos y las dificultades emocionales que surgen al documentar historias tan intensas como la de Hung?
Sinceramente, es la fotografía que más me motiva. Cuando estoy inmerso en este tipo de fotos, me encuentro muy a gusto y motivado. Siento que es lo que debo hacer, no siento dificultad emocional, sino lo contrario. Me encanta conectar con ellos, hablar, bromear. Me siento vivo.
Estamos llegando al final de esta entrevista en la que conocimos pequeños fragmentos del trabajo de Germán Gutiérrez Ruiz y cómo las historias han influido en su forma de retratar y de ver el mundo. Un reportaje donde existe la barbarie, pero en la que se han creado nuevas narrativas de vida y amor.
Conoce todo el trabajo en en su sitio web fotomundos.com donde comparte sus historias y consejos diarios sobre fotografía.
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