Eduardo Salvatore

La primera cualidad del artista es ser sincero consigo mismo: Eduardo Salvatore

En 1951 el destacado fotógrafo vanguardista Eduardo Salvatore, miembro fundador y presidente del Foto Cine Club Bandeirante, una de las asociaciones de fotografía más importantes de Brasil y más antiguas de América Latina, escribió este texto que hoy compartimos. En él habla del estancamiento de la fotografía, cuestiona la fotografía de salón (competencias de fotografía) y llama a fotógrafx/artista a desarrollar una obra honesta que rompa patrones establecidos y que evolucione hacia una «interpretación y manifestación del propio «yo» del artista»

Pasados 70 años de la publicación y importante avances técnicos, preguntamos ¿es honesta la fotografía que desarrollas?

El texto fue tomado del libro Escribiendo sobre fotografía en América Latina : Antología de textos 1925-1970”, del investigador y curador José Antonio Navarrete, antología de textos sobre fotografía que fueron escritos en todos los países de América Latina en un periodo de 45 años.

Consideraciones sobre el momento fotográfico: Eduardo Salvatore

De distinguido y respetado aficionado que nos honra con su amistad recibí, hace días, una interesante carta en la cual, con la acuidad de espíritu que lo caracteriza, aborda varios aspectos no solamente de nuestras actividades clubistas, sino también de la orientación general de la fotografía entre nosotros.

Son cuestiones y problemas que constituyen el objeto constante de nuestras inquietudes y de frecuentes debates entre los «bandeirantes» en sus reuniones de costumbre, atentos a los problemas artísticos y estéticos que agitan el mundo de las artes en general y, especialmente, el de la fotografía. Tan interesantes y tan importantes me parecieron que, al ponderar lo que me escribió mi iluminado amigo, no me resistí al deseo de tejer algunas consideraciones al respecto en nuestra revista, con la esperanza de ver tratados más extensamente y por voces más autorizadas, temas que, hasta ahora, aquí en Brasil, raramente han sido debatidos en público, aunque hace mucho tiempo sean objeto de observaciones de renombrados autores y críticos del exterior. Que me acuerde, entre nosotros, solamente Benedito J. Duarte, uno de nuestros más competentes críticos, ha tratado estos aspectos del movimiento fotográfico brasileño y mundial, relatados en sus crónicas autorizadas sobre los salones «bandeirantes», en O Estado de S. Paulo. De la explicación de esos puntos de vista ideológicos mucho tendrán que beneficiarse, sin embargo, los aficionados de la fotografía, dudosos muchos de ellos entre el deseo de dar expansión a la propia personalidad, con trabajos libres de prejuicios, o atender las fórmulas que buscan delimitar y orientar la hechura y comprensión de las llamadas «fotografías de salón». Ver: Fotografía Latinoamericana: 7 recomendados de #Jornadas12 en Uruguay

Me parece muy útil traer estas consideraciones al público para intentar aclararles a los aficionados en general cuál es la orientación de nuestra entidad, el Foto-Cine Clube Bandeirante, en lo que dice respecto a nuestras actividades internas. En relación con los aspectos de orden más general, queda claro que lo que va escrito refleja solamente la opinión personal de un practicante y observador de la fotografía.

Nuestro corresponsal indaga sobre cuáles son los medios que proclama el F.C.C. Bandeirante para incentivar el desarrollo artístico-fotográfico de sus asociados. 

Evidentemente, en un club de casi 600 miembros no es posible hablar con cada uno, de forma individual, para saber cuáles son sus necesidades. Por lo tanto, la entidad les ofrece a todos y a cada uno la posibilidad de aclararles lo que deseen, a través de sus diferentes departamentos, dándoles orientación técnica y artística por medio de múltiples actividades tales como concursos internos, seminarios, cursos de estética, de laboratorio y de estudio, conferencias, excursiones, etcétera. Mediante esas diferentes actividades, busca darle a sus asociados todos los conocimientos básicos necesarios. Sin embargo, y esto nos parece de suma importancia, no se fijan normas, no se imponen determinados estándares o fórmulas rígidas en este o aquel sentido artístico, se le da al amateur total libertad para manifestar y desarrollar sus propias tendencias, y al apreciar sus trabajos los jueces no los analizan según lo que ellos mismos, jurado, harían frente al mismo tema; por consiguiente, intentan comprender la intención del autor y ver si alcanzó la finalidad que se proponía y si no lo logró, su porqué. 

La técnica, indiscutiblemente imprescindible en toda obra de arte, es cuestión puramente de práctica, de mayor o menor experiencia en el uso de los aparatos, fórmulas, papeles, etcétera, Pero la técnica por sí misma no hace arte y la necesaria experiencia técnica se debe aliar preparación estética y cultural. De esta manera, al mismo tiempo en que se le llama la atención al concursante por posibles fallas de orden técnico y su posible corrección, se le da, sin embargo, mayor importancia a la idea, al contenido, a la interpretación del tema, al espíritu creador, buscándose incentivar la investigación, estimular la imaginación, la búsqueda de nuevos motivos y nuevas formas de expresión, perfeccionando la sensibilidad, la formación y la expansión de la propia personalidad. Se busca demostrar que la fotografía ya dejó de ser un arte exclusivamente representativo y reproductivo, sino que le permite al fotógrafo la libre interpretación y manifestación del propio «yo«. Para nosotros, todo es un tema; resta verlo, sentirlo e interpretarlo de una forma personal, propia y creadora.

Eduardo Salvatore
© Eduardo Salvatore

Se debe señalar, no obstante, que no se hace a un artista-fotógrafo, consciente de sus posibilidades y su trabajo, en tan sólo tres o cuatro meses; no es solamente por medio de la intuición o la casualidad que se producen las obras de arte, sino con pleno conocimiento del medio de expresión elegido y sus posibilidades, de aquello que se siente y se quiere transmitir. La autocrítica, al respecto, es de importancia capital. Desarrollarla, habituando también al concursante a criticar y a recibir la crítica ajena, con espíritu constructivo y sinceridad, es una de las principales y exitosas tareas del Club. Y es de hacer notar, los juicios de los concursos internos son extremadamente severos.

Los frutos de esa orientación están ahí, visibles en cada nuevo salón en los nuevos y valiosos aficionados que surgen entre los expositores bandeirantes, cuyas características son, hoy en día, la libertad interpretativa. Entre los totalmente nuevos y que ya se afirmaron con destacado valor en la última exposición, cito, por ejemplo, a Hohenlohe, Manarini, Giró, Fernando Gasparian, Ivo F. da Silva, Laert, Kojranski, Sato, además de otros que no me vienen ahora a la memoria. Son nuevos inclusive Francesconi, Fiori, Souza Lima, Florence, Bárbara Mors, Kawahara, Lorca, Otsuka, Morales, etcétera. Pertenecientes, también, a las nuevas generaciones de bandeirantes son Polacow, Albuquerque, Yoshida, Ligér, Palmério, Gaspar, entre otros. Si comparamos los catálogos de los últimos salones con los de los primeros se verá cuántos nombres nuevos surgieron en San Pablo. De los más viejos, muchos permanecen aún en actividad, como Yalenti, Nuti, Malfatti, Mendes, etcétera, quienes, junto con los otros son los que orientan e incentivan a los más nuevos con su experiencia y dedicación. Para demostrar cuán intensas son las actividades internas del F.C.C.B. basta decir que en los concursos internos de este año están compitiendo nada menos que 97 asociados, la gran mayoría son «novísimos». 

Habiendo aclarado esto, pasemos a los temas principales de estos comentarios que han sido objeto de grandes controversias: los resultados de los salones, sus verdaderos significados y la tan hablada decadencia de la fotografía… 

En relación con los primeros, debo decir con total franqueza que no nos preocupamos mucho por ellos. No evaluamos los méritos de este o aquel autor, de esta o aquella entidad, solamente por los resultados de las exposiciones. Es sólo presentarles atención para constatar, además, cuánto varían y cuán contradictorios son, lo que, sin embargo, se comprende, pues están sujetos a una serie de factores muchas veces ajenos, incluso, a los puntos de vista puramente artísticos o fotográficos. 

Mucho más importante se nos presenta el movimiento artístico-fotográfico y los problemas de orden estético que se le vinculan. El verdadero artista no trabaja sólo para obtener puntos o calificaciones… 

Habrá muchos que digan que estamos equivocados y que el renombre y el prestigio vienen, principalmente, por medio de esos resultados. Eso puede ser verdad a medias, pero yo pienso lo contrario. Es justo y natural que los que más compiten alcancen un mejor lugar en las clasificaciones. Pero ello no quiere decir que sean mejores artistas de lo que son aquellos que se preocupan menos en figurar en cuanta exhibición se realice en el mundo y que, generalmente, tienen más preocupaciones de índole puramente artística. Si fuera así, un Weston o un Karsh, por sólo citar a esos dos, que nunca concurrieron a salones, jamás hubieran alcanzado la fama que tienen, y dejan en la sombra a muchos de los más inveterados «salonistas”, cuyos nombres son frecuentes en los catálogos de todos los salones y todos los rincones del mundo. 

En cuestión de los resultados de los salones está también mucho en dependencia del envío de trabajos más acordes con la tendencia de lo respectivos jueces, algunos de los cuales, dicho sea sin rodeos, no sobresalen por su independencia en el juzgamiento de las obras, sino que tienen en cuenta lo que ellos mismos piensan o hacen, siendo muchas veces viejos fotógrafos aferrados a viejos prejuicios. Hay jueces que rechazan fotografías, por ejemplo, las abstractas, tan sólo porque no les agrada o no entienden el abstraccionismo… ¿Son buenos jueces? Me afirmo por la negativa. Bien sé que es difícil que el que califica se abstraiga completamente de sus propias inclinaciones; pero el juez consciente de sus deberes y de su responsabilidad debe esforzarse para analizar el trabajo ajeno exento de cualquier influencia de gusto personal. Para ello, se necesita un largo entrenamiento, además de una cultura artística y conocimientos humanísticos generales mucho más amplios de los específicamente fotográficos. ¿Es un buen método de evaluación aquel hecho «a las corridas», con reducidos calendarios prefijados, en el cual los jueces, en pocas horas, «califican» miles de obras, examinando cada una de reojo en pocos segundos, persuadidos, evidentemente, sólo por la primera impresión? Sigo afirmándome por la negativa. 

Indiscutiblemente, podrá obtener mejores resultados un autor si se conforma con los estándares generalmente aceptados por ese jurado, sobre lo que vulgarmente se considera «fotografía de salón». Pero, ¿estaría con esto haciendo arte sincero, consciente, de acuerdo con su propia sensibilidad y personalidad? Me parece que no. La primera cualidad del artista es ser sincero consigo mismo.

Eduardo Salvatore
© Eduardo Salvatore

La gran mayoría busca solamente las calificaciones en los salones haciendo concesiones al gusto común, con obras que tienen más que ver con la mentalidad del público en general y de ciertos jurados aferrados a los conceptos y dogmas que buscan definir lo que es «fotografía de salón»– paisajes o naturalezas muertas al estilo «tapa de cajas de bombones»- que impresionan solamente por las formas y por su terminación exterior, con historias o mensajes superficiales, del tipo «folletín», dirigidos al «gran público» y al alcance de cualquier mentalidad vulgar. Lo que hay de positivo es que muchos otros, sin embargo -y entre ellos están los «bandeirantes»- no tienen miedo a salirse de los postulados académicos, buscando nuevos modos de expresión, sobreponiendo a la mera representación el espíritu, el contenido, los valores humanos, a través de una interpretación propia, aunque eso les pueda acarrear una mayor cantidad de trabajos rechazados en los salones todavía apegados al «pictorialismo». 

Y aquí llego a otro punto: el de la comentada decadencia de la fotografía. Decadencia no es un buen término pero sí estancamiento, que no deja de ser también, de alguna forma, una decadencia. Ese estancamiento es un fenómeno que no escapa a cualquier observador bien atento al movimiento fotográfico mundial, y por eso justamente no me parece extraño el hecho de que la gran mayoría de los expositores se preocupa mucho por acumular etiquetas de salones, aun a costa de la estandarización de su producción, en un conformismo aniquilador de la propia personalidad. Es la consecuencia de la «salonite», esa grave enfermedad cuyo virus lleva a los que son atacados por ella, todos los años, a colmar los salones de todo el mundo, con decenas y decenas de copias de los mismos trabajos, buscando con ello, en una pura manifestación de vanidad, alinear números y clasificaciones en las estadísticas tan al gusto de los norteamericanos. 

Pero aclaremos mejor nuestro pensamiento para que no se le dé una falsa interpretación. Obviamente que no quiero decir que no se deba competir en los salones de fotografía. Lo que no se debe hacer, lo que no hace el verdadero artista, aquel que hace Arte por el Arte, es subordinar su personalidad y su obra al gusto común, a la tendencia de los jueces, para ganar fácilmente otra etiqueta u otro premio. Esto es lo que se llama «salonite» y está lejos de ser algo que contribuya a mejorar la fotografía, lo único que hace es volverla vulgar e inexpresiva. 

El gran crítico Alejandro C. Del Conte ya advertía: «La obra común, por bella que sea, no ‘trabaja’ para la fotografía«. (Correo Fotográfico Sudamericano, nº 643, set. 1950). 

Basado en lo que vio en el último Salón de San Pablo, mi querido corresponsal niega la existencia de esa propaganda decadencia, afirmando que tenemos mucho todavía por aprender de los europeos. Seguramente, muchos otros visitantes habrán tenido la misma impresión. Aunque pueda parecer muy sospechoso el hecho de que yo hable sobre ello, pues formé parte de esa instancia, la verdad es que esa buena impresión debe estar acreditada, en gran parte, al feliz desempeño del jurado de selección, que eligió para la muestra las obras más expresivas. Los miles de visitantes, como nuestro querido amigo, no tuvieron, sin embargo, la oportunidad de apreciar cómo le fue dado a los asociados del F.C.C.B.- los cientos de trabajos rechazados, llegados principalmente de Europa y Asia. Sin ninguna duda, no tendrían la misma opinión. 

De ninguna manera quiero decir que somos mejores que los europeos, los asiáticos, los americanos, etcétera. ¡Bajo ningún concepto! Al contrario, comparto la opinión de mi ilustre corresponsal. Tenemos mucho que aprender. Y es justamente por ello que aquí en San Pablo, en el F.C.C.B. nunca estamos satisfechos con lo que hacemos y queremos más, siempre más, queremos progresar. De ahí parte esa búsqueda incesante a la cual se lanzaron los bandeirantes, de nuevos temas, nuevos asuntos, nuevas formas de expresión, inconformes con la apatía reinante en la mayoría de los salones habituales Por ello esas ansias con las que quieren conocer y comprender los nuevos rumbos, las nuevas tendencias de la fotografía contemporánea. 

Tenemos mucho aún por aprender

Tenemos mucho aún por aprender. Pero cabe hacer en este momento una aclaración en la que radica el punto importante. Excepción hecha de aquello que estamos viendo desde hace ya diez años, los Schaepman, Sulke, Wright, Mansfield, Echagüe, Heller, etc., etc., siempre los mismos, siempre iguales, repitiendo siempre los mismos temas de la misma manera, y que ya nada de nuevo nos muestran ni nos enseñan, tenemos que aprender mucho de los renovadores de la fotografía como Steinert, Károly, Reisewitz, Goto, Urhausen, PundsacK, Smolej, Yoshizaki, Galzignan y otros cuyos trabajos le dieron una categoría mayor y una sensación de novedad al X° Salón.

 De ninguna manera digo que las obras de los primeros no sean dignas de estar en las exposiciones de alta categoría. Como todas las auténticas obras de arte, merecen respeto y admiración, ad secula seculorum. Pero es evidente que son obras que no representan el espíritu de nuestra época.

En verdad, estamos viendo el choque entre dos mentalidades: la antigua, la de la fotografía «pictórica», la así llamada fotografía que imita la pintura académica, estática, sin vida, con toda la pasividad y la contemplación que la redujeron a un término medio entre el dibujo, la pintura y el grabado, y la nueva mentalidad, más fotográfica, más vigorosa, más llena de vida y de humanidad, con ángulos y juegos de luz audaces, usufructuando del proceso fotográfico todas las características que le son propias e inconfundibles. 

La fotografía hoy pide más de lo que es la simple reproducción y representación de escenas u objetos bonitos por sí mismos, técnicamente perfectos, con todas las «reglitas» de composición bien observadas, bien medidas, todo bien arregladito y tal. En la fotografía de hoy ya no tiene lugar el romanticismo sentimental de los siglos pasados. ¿Cómo es posible que siendo la fotografía el arte que caracteriza al siglo XX, era atómica, tumultuosa, llena de vida, de angustias, incertidumbres y aprensiones, cómo es posible que siendo la fotografía el arte que mejor que cualquier otro puede retratar los días que vivimos, sigan los fotógrafos fijando su mirada hacia el pasado, persiguiendo un lirismo obsoleto y falso?

No somos sólo nosotros los que afirmamos la decadencia o estancamiento de la fotografía. El lector puede recorrer, atentamente, las críticas que han sido publicadas en revistas renombradas como Camera (Suiza), Ferrania, Photo-Praxis, etcétera, y que simplemente arrasan el panorama desolador de esos salones, siempre igualitos a los de hace veinte años, monótonos, repitiéndose siempre con los mismos temas, los mismos motivos. ¡Vean lo que reproducen esas publicaciones sobre los fotógrafos más reconocidos de la actualidad! ¿Estarán equivocados todos esos críticos? ¿Estarán equivocados esos artistas que no se conforman con esa paralización y que raramente concurren a esas exposiciones justamente por la incomprensión de sus jueces en relación con los nuevos caminos de ia fotografía y que, por ello mismo, fueron llevados a formar grupos independientes de los viejos clubes fotográficos (pues en ellos es donde más se acentúa la «fórmula», la rutina), como el Groupe deux XV en Francia, Fotoform en Alemania, Bússola en Italia, Vakgroep en Holanda, etcétera? ¿Estarán todos ellos errados? Entonces también nosotros lo estamos. Pero de continuar haciendo siempre lo mismo, satisfaciendo solamente nuestra vanidad de expositor en vez de buscar la renovación, haciendo cosas más personales, que tengan más que ver con nuestro propio modo de ver y de sentir, preferimos «equivocarnos».¡Y estamos en buena compañía!

 Ya esbozadas estas líneas, me topo con uno de los últimos comentarios de Daniel Masclet, sin duda uno de los más prestigiosos críticos y autores franceses. ¿Quieren ver lo que dice? Lean aquí: 

En todas partes, los mismos reproches, bastante graves! Les reprochan porque les falt vida, interés, novedad, por repetir casi siempre los mismos temas, de la misma manera, ad -nauseam, y por exhibir un estetismo retrógrado o… decadente! ¡Los «salonistas» no se renuevan en nada! ¿Es la responsabilidad exclusivamente de ellos? No puede ser. Muchos son educados, dirigidos, enseñados y, a veces, aniquilados por los viejos clubes, los antiguos – pictorialistas… Ellos son comúnmente oscurecidos por la fabricación de su producto habitual: la ‘bella fotografía de Salón’, bien delimitada por las reglas, usos y costumbre. Numerosos fotógrafos comienzan en la fotografía con el pie izquierdo, con un falso concepto: sirviéndose de un instrumento mecánico, la cámara, en un estilo embebido por el espíritu de la «pintura a mano». (Photo-Cinéma, oct. 1951). 84 Palácio Brera, famoso instituto de arte, por primera vez, dada la magnitud de la muestra, estuvo de acuerdo en ceder sus salones para una exposición fotográfica. 85 Invitamos a todos los jóvenes artistas a acercarse a sí mismos en nuevas, modernas y «brillantes fotografías».

No obstante, si se presta atención al movimiento artístico-fotográfico europeo, ya se verá que allá se siente la reacción y, como ejemplo, cito al  «movimiento neorrealista» italiano que viene extendiéndose hacia otros países, o a la reciente Exposición de fotografía europea, llevada a cabo en abril de este año en Milán, Italia, en el Palacio Brera, donde no hubo inscripciones voluntarias, pero al lado de algunos «destacados salonistas hubo invitaciones especiales para determinados fotógrafos, famosos, cuyos nombres, aún, no se encontrarán en los catálogos de los salones habituales, como, por ejemplo, Atget, Cassina, Edouard Boubat, Bill Brandt, Bert Hardy, Pim Van Os, Sam Presser, Fosco Maraini, etcétera. Según la crítica, ese fue considerado el mayor salón de los últimos tiempos y la competencia entre los trabajos de los viejos «expositores» y los de los renovadores dejó los primeros muy lejos. Se encontrará también, en el boletín del Focus Salon de Holanda, para 1951, la apelación a los «jóvenes con ideas nuevas sobre las grandes posibilidades de la fotografía artística»-«We invite all Young photo-artists to Express themselves in new, modern and Lightfilled pictures».

Comencemos, por lo tanto, por renovar las ideas que preponderan en la mayoría de los fotoclubes. En vez de discutir solamente de objetivos, fórmulas, papeles, etcétera, todas cosas materiales que dicen más acerca de la técnica que del Arte, volvamos los ojos hacia las cosas espirituales, en donde reside el verdadero arte y sus problemas estéticos. Entraremos, tal vez, en un período de dudas e indecisiones. Pero nuestros horizontes se extenderán desmesuradamente y entonces comenzaremos a hacer arte, si en ese momento tenemos ingenio y capacidad. Y entonces comprenderemos que lo que hicimos hasta ahora fue mera artesanía. 

Eduardo Salvatore.

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